¡Subeeen!

por monmargo

El tren feminista no partió 5 minutos antes de este 8 de marzo. Tampoco parará en otros 5, ya que pasó la fecha. Es un tren que lleva años andando, a veces con mayor velocidad y ruido que otras, según los tiempos, según sea necesario. Cada trayecto sinuoso ha tenido consecuencias positivas, aunque en la masa amorfa que es el presente cotidiano e inmediato nos cueste verlas, identificarlas o nombrarlas.

Después de la marcha, después del paro, no todas quieren o queremos subirnos al tren feminista, o gritar a los cuatro vientos que vamos en él. Porque “no me/nos representa”, porque “no estoy/estamos de acuerdo”, porque “así no”, porque “no es necesario”, porque «qué cansado discutir»… Razones pueden darse muchas. A pesar de ello, el tren feminista te necesita, nos necesita, porque entre más seamos, mejor. Entre más distintas, mejor.

La violencia de género, como escribe Rebecca Solnit, NO es una anomalía. No son hechos aislados ni cuestión de determinado sector social. La violencia de género es cultural y tiene muchas caras, según nuestra circunstancia individual. La cultura la alimentamos entre todas, entre todos. La respiramos, la hablamos, la bebemos, la escupimos, mujeres y hombres, cada día. Estamos inmersos en ella, aunque muchas veces hagamos como que no, o no tanto. Aunque muchas veces minimicemos su impacto.

Es duro aceptar que la realidad no es precisamente como la queremos ver, como parece en nuestro círculo más cercano. Es durísimo reconocer que la cultura de violencia de género está en todos lados; más aún, admitir que cada quien la alimenta con pequeñas acciones todos los días y luego abocarse a detectar en cuáles. Aterroriza admitir que el mundo es más amenazante de lo que queremos ver, que somos parte de ello, y encima, que no está muy claro cómo erradicarla.

No se necesita ser mamá para que la oscuridad y la incertidumbre, más allá de infundirte miedo, resulten paralizantes. Basta el hecho de ser mujer y que vivas en este mundo, de que sientas miedo de salir a la calle o pensártela para vestirte de tal o cual forma. De que vivas absorbiendo y compartiendo recomendaciones y tips para que no te pasen “cosas”.

Si sientes incomodidad, desesperación, hartazgo, si quieres darle la vuelta o carpetazo al tema, si quieres cerrar los ojos y despertar cuando ya no se hable de feminismo, si sientes que no hay nada qué cambiar, si sientes que el discurso feminista te confronta de algún modo, si reaccionas con fuerza o resistencia ante él… Por favor, deténte un momento ahí, en lo que sientes. Ese lugar emocional puede convertirse en un terreno tremendamente fértil para aportar tu capital a ese mundo justo y equitativo que también, de algún modo, anhelas y has anhelado en tu mente y en tu corazón.

La incomodidad, el rechazo, el querer cambiar de tema pueden ser síntomas de que tememos ser vulnerables, que tememos resultar lastimadas o perjudicadas de algún otro modo, más allá del físico, que tememos cuestionar nuestras propias creencias o que éstas se tambaleen, que no sean tan firmes como creíamos.

Más allá del discurso, sin duda polarizado… ¿De verdad sientes que no hay nada qué cambiar? ¿Por qué te sientes así? ¿Qué te incomoda? ¿Qué tienes qué perder? ¿Qué podrías ganar? Si «no es así», ¿cómo? ¿Cómo sí? ¿Qué sí haría que te movieras de donde estás? Mas allá del negro y el blanco, entre la gama de grises… Sin duda hay algo que tú y solo tú podrías aportar. Pero es necesario moverte para activarlo.

El futuro, arriba o abajo del tren feminista, es incierto para todas, para todos. La diferencia es que arriba de él, aun cuando no estemos en perfecto acuerdo, podemos compartir, aprender, liberarnos progresivamente en el camino a lograr ser reconocidas como lo que somos: personas valiosas y dignas de equidad, por el simple hecho de existir. Y entre más seamos, más pronto llegaremos.

Abajo, mientras tanto, en la quietud, en la inacción, en la parálisis, en la negación, todo podrá parecer igual, pero tarde o temprano, el impacto de ese tren llegando a su destino se hará sentir. Y no necesariamente se sentirá como un golpe suave.

Toma mi mano o la de alguien que quieras, con quien sientas que puedes entenderte y dar ese gran paso que es el moverte de donde estás. Súbete al tren, súbanse.

Acompáñense. Acompañémonos. A bordo nos iremos haciendo espacio, encontrará cada una su lugar. Cabemos todas, aunque a veces parezca que no. A bordo no sólo están las que llevan años en el tren; algunas acaban de subir, otras no habíamos asumido del todo que íbamos en él, unas más ni hemos terminado de acomodarnos. Qué importa. No todos los vagones son la locomotora y cada vagón tiene y necesita distintas voces e ideas.

El camino puede que aún sea largo y en él encontraremos la forma de entendernos, aun sin pensar igual. Podemos ayudarnos a detectar nuestros propios puntos ciegos y así, ayudar a otras a hacer lo mismo… Para nunca más guardar silencio. Para dejar de vivir con miedo. Para poder caminar a la hora que sea sin mirar por detrás del hombro.

Para que la violencia de género deje de ser normalizada. Para cambiar el discurso y que éste genere un impacto positivo. Por ti, por mí, por las mujeres que queremos, por las que ya no están, por las que serán, por todas. Y de paso, por los hombres que queremos, por todos los hombres, también afectados en esta espiral en la que vivimos, o sobrevivimos. Para todo eso te necesito a ti, nos necesitamos todas. Compartimos existencia en un mismo plano y tiempo, y en él es innegable que #JuntasSomosMásFuertes. Súbete al tren. Subámonos.